Narrativas Interactivas

Es el tiempo del hábitat glocal

El término glocal deriva de otros dos: global y local. Lo glocal se refiere a un fenómeno en el que se relacionan aspectos universales o globales con elementos particulares o locales de la realidad. La idea de glocalidad surgió a mediados de los años ochenta. Inicialmente, aparece el concepto de glocalidad para explicar el cambio económico y comercial de fines del siglo XX, pero luego se ha utilizado cada vez más dentro del ámbito de la cultura.

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Por ALIRIO FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

Cuando se habla de glocalidad nos referimos a una condición de la realidad en la que determinado fenómeno no se compone únicamente de los elementos locales y de pertenencia, es decir, aquello que le es propio; sino que entran en relación otros elementos externos, globales o universales, que no son propios, y que afectan esa realidad volviéndose parte de ella. Glocal es el nuevo modo en que opera la realidad debido, sobre todo, a la híperconectividad y a la velocidad y simultaneidad con que se comunican o se conocen hechos espacialmente distantes y ajenos.

Evidentemente, glocalización tiene que ver con la globalización, pero apunta más a la superación de esta última. La glocalización como operación de lo real tiende a la integración, no siempre armónica, de elementos propios y extraños. Las formas de comunicación actual, regidas por la inmediatez, establecen un nuevo tipo de relación entre culturas distantes y, tradicionalmente, desconocidas entre sí.

Ahora mismo, por ejemplo, es perfectamente normal que habitantes de India, Estados Unidos, Hispanoamérica, Corea del Sur o de Europa, interactúen, no solo a través de redes sociales, sino principalmente por trabajo (a distancia). El resultado, dado que se trata de interacciones sincrónicas (también asincrónicas, claro) entre realidades tan distintas y distantes, es que unos y otros van conociendo e integrando, aunque no proporcionalmente, aspectos de lenguaje, costumbres, rituales sociales, entre otros, es decir, sustratos culturales distintos al propio.

No se trata de un globalismo en el que se imponen modelos culturales poderosos para eliminar las expresiones culturales locales. Al hablar de glocalidad, se devela una nueva forma de relacionamiento entre culturas en el que, por ejemplo, la música, el cine, la literatura, el teatro, entre otros, expresan un cambio en sus referentes tradicionalmente locales. Es decir, ahora se incorporan referencias foráneas que ocupan un lugar importante en los modos de creación o producción artística y estética.

La glocalización es más evidente en el marketing, esta nueva forma de comercio digital en el que no hay dificultad alguna en integrar elementos para el mercadeo, que pueden parecer disímiles, con el fin de vender un determinado producto o de llegar a otras comunidades. De forma similar sucede con las distintas manifestaciones culturales en casi cualquier parte del mundo actual. Se trata de la configuración de un nuevo hábitat de relaciones.

Ser glocales sin desintegrarnos

Lejos de lo que muchos creen, lo glocal no apunta hacia la eliminación de las fronteras entre países o culturas. Cada espacio se configura precisamente a partir de la necesaria referencia local; pero se problematiza, por ejemplo, la idea de lo nacional y de lo cultural porque ahora están cada vez más afectados por relaciones, sobre todo digitales, que exigen incorporar referentes externos a lo que tradicionalmente ha sido propio.

Estamos hablando de una relación de tensión que tiende a la integración. Paradójicamente, la glocalidad reafirma lo local y lo global, creando una especie de subsistema en el que una parte de lo local permanece y una parte de lo global también. Esta relación sostenida, que en general no es armónica, se afirma bajo una compleja coexistencia bidireccional.

Evidentemente, son distintos los casos y niveles de integración, nunca isovalentes, pues, lo global tiende a ocupar más espacio que lo local, pero también puede ocurrir lo contrario. Lo importante está en que se trata de una realidad que impone la glocalización de casi cualquier actividad, desde lo cotidiano o lo profesional hasta cultural o geopolítico.

Ahora, lo determinante es que, en medio de estas nuevas formas de relacionamiento, surgen nuevos modos con aportes locales y globales, para comprender y enfrentar la propia realidad. Se trata un modo glocal de operar, glocalización, más versátil porque no se reduce a un único aspecto, global o local, sino que es más flexible. Esto ofrece otro panorama de las relaciones (y de los productos) culturales, ya que ahora pueden dialogar más y mejor con otras comunidades y audiencias, no solo las propias o más cercanas.

Aproximarse a este fenómeno, hacia algo que es ya tan cotidiano, de hecho, ahora mismo lo está siendo mientras usted lee esto, pretende señalar algunos aspectos del nuevo funcionamiento de la realidad que trajo el siglo XXI. Ni siquiera se trata de tomar partido, sino de caracterizar lo que está sucediendo con la llegada de la era digital y de la informática. Ser glocales no parece ser otra cosa que una condición de este tiempo.

En Narrativas Interactivas ensayamos una comprensión, entre tantas, de este fenómeno, queremos lograr el mejor aprovechamiento y apostamos por crear estrategias y productos que puedan dialogar versátilmente entre lo propio y lo
extraño, lo de adentro y lo de afuera, lo de los otros y lo nuestro. Es decir, estamos apostando, en definitiva, por un modo abiertamente dialógico de ser y estar en esta época que nos ha tocado. El hábitat glocal no es una promesa, es la nueva realidad, aquí y ahora.

Autor

Alirio Fernández Rodríguez (Bejuma, 1987) Es un humanista digital, profesor, escritor, editor y consultor de procesos venezolano. Estudió Educación mención Lengua y Literatura y una maestría en Gerencia Avanzada en Educación en Valencia, estado Carabobo. Actualmente, cursa la maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar en Caracas.

Es fundador de Narrativas Interactivas, iniciativa del ámbito de las Humanidades Digitales, pionera en Venezuela. Se ha desempeñado en el periodismo cultural en medios como: El Nacional, Prodavinci, Cinco8, Revista Casapaís, Revista Carátula, Revista Perpetuum. Es miembro de la fundación El diente roto y editor en Gatalejo, Agencia de producción editorial.